Escribo estas lineas sobre seguridad a riesgo de que se conviertan en una columna familiar. Hay un par de ideas fundamentales sobre las que estaremos de acuerdo: en Internet hay una serie de amenazas que pueden afectar al usuario, su información, sus equipos y su privacidad. La otra idea es que para los menores de edad algunos de estos riesgos son aún más graves y que los padres deberían (algunos ya lo están) preocuparse por ello.
Si un padre hace algunas búsquedas por la web, buscando soluciones a esta problemática encontrará montones de sitios web con recomendaciones al respecto y gran cantidad de aplicaciones y software para ayudar en esta tarea. Algunas de estas aplicaciones permiten, por ejemplo, limitar los tiempos de navegación, bloquear sitios web con contenido violento, impedir el acceso a Internet, auditar las tareas en la computadora, y muchas funcionalidades más.
Todas estas aplicaciones ubican a los padres en un dilema sobre la forma en que enfrentarán esta problemática: vigilar a sus hijos y prohibir el uso de Internet; o controlar el uso que hacen de este y educarlos para que tengan buenas prácticas y se cuiden a sí mismos. Lamentablemente, es más sencillo instalar una aplicación que registre todas las conversaciones de chat del menor que enseñarle con quién debe o no hablar. Pero, ¿es esto lo correcto? ¿Nuestros padres instalaban micrófonos en nuestra habitación para oir nuestras conversaciones telefónicas? Claramente hace 20 años eso hubiera parecido un exceso. Sin embargo hoy, estas aplicaciones se instalan con frecuencia.
Y las tecnologías no poseen un valor moral. Son sólo eso, herramientas tecnológicas. Y es el deber de cada padre elegir cómo va a cuidar a su hijo de los peligros que hay en Internet. La tentación de vigilar es a mi criterio (en el general de los casos) un error que afecta directamente la privacidad del menor y su crecimiento en libertad. La tentación de prohibir en extremos afecta el crecimiento de los chicos y su posibilidad de aprovechar todo lo bueno de Internet. Es preferible evitar estas tecnologías invasivas y optar por aquellas que permiten limitar parcialmente para alejar ciertos peligros, y escencialmente comprometerse con la educación de los menores en la materia.
Así planteo mi posición y cierro este espacio: invitando a los padres a utilizar las aplicaciones existentes pero pensando cuáles son las más sanas de utilizar, y no olvidando nunca el compromiso de concientizar a los menores sobre los peligros existentes. Soluciones tecnológicas hay para todo, y los padres deben decidir en qué posición ubicarse.
Fuente: Reduser
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